01 abril, 2009

El general Franco en los infiernos

Desventurado, ni el fuego ni el vinagre caliente en un nido de brujas volcánicas, ni el hielo devorante, ni la tortuga pútrida que ladrando y llorando con voz de mujer muerta te escarbe la barriga.] buscando una sortija nupcial y un juguete de niño degollado, serán para ti una puerta oscura, arrasada.

En efecto. De infierno a infierno, ¿qué hay? En el aullido de tus legiones, en la santa leche de las madres de España, en la leche y los senos pisoteados por los caminos, hay una aldea más, un silencio más una puerta rota.

Aquí estás. Triste párpado, estiércol de siniestras gallinas de sepulcro, pesado esputo, cifra de traición que la sangre no borra. Quién, quién eres, oh miserable hoja de sal, oh perro de la tierra, oh mal nacida palidez de sombra.

Retrocede la llama sin ceniza, la sed salina del infierno, los círculos del dolor palidecen.

Maldito, que solo lo humano te persiga, que dentro del absoluto fuego de las cosas, no te consumas, que no te pierdas en la escala del tiempo, y que no te taladre el vidrio ardiendo ni la feroz espuma.

Solo, solo, para las lágrimas todas reunidas, para una eternidad de manos muertas y ojos podridos, solo una cueva de tu infierno, comiendo silenciosa pus y sangre por una eternidad maldita y sola.

No mereces dormir aunque sea clavados de alfileres los ojos: debes estar despierto, general, despierto eternamente entre la podredumbre de las recién paridas, ametralladas en Otoño. Todas, todos los tristes niños descuartizados, tiesos, están colgados, esperando en tu infierno ese día de fiesta fría: tu llegada.

Niños negros por la explosión, trozos rojos de seso, corredores de dulces intestinos, te esperan todos, todos, en la misma actitud de atravesar la calle, de patear la pelota, de tragar una fruta, de sonreír o nacer.

Sonreír. Hay sonrisas ya demolidas por la sangre que esperan con dispersos dientes exterminados y máscaras de confusa materia, rostros huecos de pólvora perpetua, y los fantasmas sin nombre, los oscuros escondidos, los que nunca salieron de su cama de escombros. Todos te esperan para pasar la noche. Llenan los corredores como algas corrompidas.

Son nuestros, fueron nuestra carne, nuestra salud, nuestra paz de herrerías, nuestro océano de aire y pulmones. A través de ellos las secas tierras florecían. Ahora, más allá de la tierra, hechos substancia destruida, materia asesinada, harina muerta, te esperan en tu infierno.

Como el agudo espanto o el dolor se consumen, ni espanto ni dolor te aguardan. Solo y maldito seas, solo y despierto seas entre todos los muertos, y que la sangre caiga en ti como la lluvia, y que un agonizante río de ojos cortados te resbale y recorra mirándote sin término.

Pablo Neruda España en el corazón. 1936-1937

No hay comentarios: